domingo, 20 de mayo de 2012

Sólo es un sueño

No había ninguna luz en la habitación salvo la que había en su medio y tenía forma circular. El resto estaba oscuro. No había allí nadie más que yo. No se percibía ningún movimiento ajenos a los míos. Ningún sonido más allá de mis pasos por aquellos aposentos. Ninguna respuesta más allá del eco de mis pisadas. Decidí caminar hacia la luz. Notaba algo frío chocando por mi costado izquierdo. Lo palpé. Parecía una especie de cuchillo. ¿Para qué sería? Si aquello era un juego no tenía ninguna gracia.

Avanzaba con miedo hacia el círculo. Cada vez más cerca. Cada vez más temeroso. Ya me encontraba dentro, pero la situación no había cambiado. No sabía que hacer. Miré a ambos lados repetidamente sin encontrar nada más que oscuridad. En mi cabeza empezaban a encontrarse multitud de preguntas sin responder. Preguntas sobre qué hacía allí, solo, sin nada más que un cuchillo, y sin mayor compañía que la soledad. Todo era muy raro. La cabeza comenzó a darme vueltas y más vueltas buscando un por qué a aquella angustiosa situación... pero no encontraba nada más que hipótesis fundamentadas en un miedo irracional hacia aquella habitación. Necesitaba evadirme de aquello, olvidar que estaba allí y pensar con mayor claridad.

Bajé mi mirada hacia el suelo y me hice un pequeño masaje en las sienes. ¡Todo era tan raro! Me concentré en mantener la vista sobre mis zapatos, pero el dolor de cabeza comenzaba a ser insoportable, por lo que decidí cerrar los ojos momentáneamente para reflexionar. Así estaba más tranquilo. Podía pensar mejor, pero el miedo seguía acechando mi corazón y anulando cualquier juicio racional en mi cerebro. ¿Sería todo eso un sueño? ¿Tal vez una broma? Nada tenía sentido.

Suspiré. Elevé mi cabeza y, tras abrir de nuevo mis ojos, fijé mi vista en el frente. Algo perturbó mi ya escasa tranquilidad. Alguien estaba en el borde de aquel círculo. Sus zapatos... sus piernas... su cuerpo... estaban en la frontera que separaba la luz de la oscuridad... pero su rostro era imposible de ver porque formaban parte de la penumbra silenciosa de aquel lugar. 

Miré extrañado. Aquella persona no parecía tener expresión ninguna. No realizaba ningún gesto. No parecía respirar. Estaba absolutamente quieto. 

-¿Quién eres? ¿Qué es esto? ¿Qué hago aquí?-Le pregunté. No obtuve respuesta alguna. Eso me inquietaba aún más.
-Vamos... dime... ¿quién eres? ¿Dónde estoy?-Aquella figura seguía sin contestar. Comencé a mirar extrañado y nervioso a la persona que había enfrente de mí.
-¿Qué haces? ¿Eres tonto? ¡Te estoy preguntando! ¿Quieres decirme ya quién eres?-Nada. Ninguna respuesta. Ni siquiera un gesto que esclareciera algo aquella situación estresante

Negué con la cabeza mientras comenzaba a dar vueltas de un lado hacia otro sin alejarme mucho del círculo. Mis brazos estaban cruzados e intentaba buscarle una explicación al comportamiento de aquel hombre. No se me ocurría nada.

-¿No vas a ayudarme? ¡Quién eres! ¿Qué haces aquí? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estoy? ¿Qué es todo esto?

La figura seguía sin hablar. Me traicionaron los nervios y, ante aquel acto de desmesurada ignorancia cogí el cuchillo con mi mano derecha y lo blandí cara al hombre, apuntando a su pecho, justo donde debía estar su corazón. 

-Estoy armado, ¿sabes? Sí... Estoy armado. ¿Qué vas a hacer ahora? Ahora vas a responder a mis preguntas, ¿verdad? Sí... Eso es... Ahora vas a responder a mis preguntas.-Pero seguía sin haber palabras. Seguían sin haber gestos, y mi paciencia se estaba agotando.
-¡Maldita sea! ¿Qué tengo que hacer para que hables, imbécil? ¡Te estoy diciendo que respondas a mis preguntas! ¡Habla ya si no quieres que te mate aquí mismo!.-Avancé y lo cogí de la camisa. La punta del cuchillo miraba hacia su garganta, pero seguía sin haber un ápice de expresión en su cuerpo. Parecía que estuviera muerto. Yo sudaba y empezaba a perder los estribos. Ya no controlaba la situación y comencé a temblar.
-¡Te estoy hablando! ¡Respóndeme! ¡Maldita sea, respóndeme! ¿Qué es todo esto? ¡Vamos!

No pude más. No recibía contestación ninguna. Lo miré durante unos segundos. Su rostro seguía sin ser visto, pero me daba igual. No me importó ver sus ojos cuando hundí el puñal en su cuello. Aún así, seguía sin hablar. No gritaba. No parecía dolerle. No parecía sentir nada. La sangre resbalaba por la hoja, caía sobre la empuñadura... embadurnaba mis manos. Saqué rápidamente el puñal de su garganta y retrocedí un paso asustado. Al quitar el arma de su esófago, salió sangre de su herida despedida manchando mi rostro. ¿Qué era aquello? Segundos más tarde aquel cuerpo se desplomó hacia atrás. Respiraba agitadamente mientras pensaba en todo lo que acababa de suceder. En todo lo que acababa de pasar. Escuché un chasquido a mis espaldas. Las luces se encendieron completamente. Miré al suelo para ver el rostro de mi víctima. No debería haberlo hecho. Me estremecí en lo más hondo y negué varias veces lo que acababa de ver. Aquella persona que yacía en el suelo era yo. Mis mismos ojos, mis mismas vestimentas completamente negras... y con un corte profundo en el cuello. No. ¡Aquello no podía estar pasando! ¡Era imposible!

Elevé la vista hacia el frente. ¿Qué era aquello? La sala estaba repleta de espejos. Comencé a mirar en todas las direcciones. Me veía a mí mismo. Mi rostro tenía salpicaduras de sangre. Mis manos estaban llenas de aquel líquido rojo, y la mano derecha sujetaba un cuchillo completamente rojo. 

Empecé a correr con horror hacia los espejos buscando la salida, pero no conseguía nada más que chocarme. Quería salir de ahí como fuera, pero me encontraba con mi propia oposición al otro lado del espejo. Allá donde mirase me veía. Todos corríamos. Todos nos perseguíamos. Todos chocábamos a la misma par contra nosotros para precipitarnos al suelo y buscar una salida. Me agobio era enorme. Mi corazón latía con muchísima violencia, como si fuera a salírseme del pecho. Fue entonces cuando escuché una risa infantil. Parecía de niña. ¿Provenía de los rincones? ¿De la sala? No... provenía de mi cabeza. 

Intenté serenarme y avancé hacia el centro de la sala. La risa aumentó su volumen y mi miedo se acrecentó ante lo inexplicable de la situación. ¿Qué era todo aquello? ¿Qué significaba? Un nuevo ruido se sumó a aquella risa que empezó a parecerme diabólica. Era una voz masculina que me hacía preguntas. Se le sumó una femenina. Otra más. Y otra más. Y otra más. Así, sucesivamente, hasta que no logré saber cuántas voces había.

-¿Te sientes perseguido? ¿Sí? Perseguido... ¿Te sientes perseguido? ¡Ja, ja, ja! Perseguido... ¿Te sientes? Sí... Perseguido. ¿Te sientes perseguido? ¿Qué has hecho? Asesino... Perseguido... ¡Ja, ja, ja! Asesino... Asesino... ¡Asesino! ¡Ah! Perseguido... Sí... ¿Te sientes...?

Solté el cuchillo y me llevé las manos a la cabeza. Grité con toda mi alma con la esperanza de que alguien pudiera escucharme y me prestase ayuda. No recibí mayor contestación que la de mi cabeza.

-¡Yo no soy un asesino! ¡Vete! ¡Fuera de mi cabeza! ¡Iros!-Hice gestos con mis brazos y manos intentando disuadir aquellas voces de mi cabeza, pero ante mi máxima no encontraron más que risas jocosas y gritos mayores. La palabra asesino martilleaba mi cerebro como si fuese un yunque. Sus frases condenatorias y jocosas rebotaban en mis tímpanos sin llegar a salir al exterior. 

Me levanté y corrí de nuevo hacia los espejos. Conseguí chocarme otra vez y caí derrumbado. Comencé a llorar cuando me di cuenta de que una mano me levantaba por uno de mis brazos. Elevé la vista para ver quién era mi ayudante y mi rostro se llenó de horror. El brazo salía del espejo y, una vez a su altura, éste me empujó. Miles de figuras salían ahora del espejo. Yo retrocedía despacio, de espaldas al centro de la sala, mirándolos. Aquel al que me acercaba demasiado me propinaba un empujón violento mientras me arrastraban hacia el centro de la sala. Una vez allí, se estuvieron quietos. Algo les había detenido. Me giré temblando. Estaba en el mismo lugar donde me había matado, pero allí sólo quedaban restos de sangre. Elevé mi vista y me observé agarrando el cuchillo, pero no era yo... era mi víctima quien lo empuñaba ahora. Negué con la cabeza de nuevo... ¡No podía ser verdad! ¡No podía estar ocurriendo eso! ¡Era imposible! Mi víctima avanzó hacia mí y, tras agarrarme de la camisa hundió su cuchillo en mi garganta, de la misma forma que yo había hecho con él. Observé su boca llena de su sangre. Su herida aún manaba sangre. Sus manos empezaban a embadurnarse con la mía. Sentí un sabor metálico en mi boca. Mis miembros estaban ahora rígidos y fríos. No podía hablar. Al sacar el puñal de mi esófago, algo de sangre salió disparada hacia su rostro. Apenas duré unos segundos en pié cuando empecé a desplomarme hacia el suelo con la mirada clavada en mi asesino. En mi víctima. En mí mismo. Las voces habían cesado ya. 

Me levanté sobresaltado. Empecé a mirar de un lado para otro con la respiración entre cortada buscando una luz. Estaba ahogado. La luz iluminó una habitación y me quedé reflejado en un espejo. Respiré aliviado. No tenía ningún corte. La figura del espejo imitaba mis mismos gestos. Todo había sido un sueño... Sí... Todo había sido un sueño... Sólo eso... Un sueño...