Hoy es siempre
todavía, decía Machado, porque el hoy es reminiscencia del ayer, porque mañana
es tarde para todo, porque el pasado nunca vuelve; porque el futuro nunca
llega: sólo existe el ahora, porque sólo es posible vivir ahora: el resto es
vivido y por vivir, certeza e incertidumbre: un mar nebuloso cuyas brumas sólo
se extienden hacia el horizonte que hay frente a nosotros, mientras a nuestro
paso, dejamos una estela de aguas y cielo transparentes, y así, al mirar hacia
atrás, empezamos a ver el camino recorrido más claro, allí donde antes la
densidad de la niebla impedía cualquier visión, donde el agua y el cielo eran
grises y se confundían entre los vapores marinos de bestias invisibles que nos
aterraban; sin embargo, ¿dónde están ahora esos fantasmas? Siguen a nuestro
lado, y también al frente, pero no acompañando nuestro barco, sino persiguiendo
a las sombras de las que forman parte, orientando y enmudeciendo nuestros
miedos hacia delante, alentados por la ceguera de la neblina y la sordera de la
valentía, ahora encadenada mientras sus ojos, siguen mirando al frente.
Y es mirando al
frente cuando un haz de luz comienza a disipar la niebla, y ante el náufrago
aparece la Isla y siente miedo porque sabe que es su destino, y entonces mira
hacia atrás… ya todo luce claro: no hay brumas alrededor, y la estela del barco
se acorta, y el puerto del que salió con tanta congoja resulta estar demasiado
cerca, y entonces echa en falta esa fatiga del principio, y el misterio que se
alzaba ante sus ojos en forma de velo gris; pero ya es tarde: los hierros que
le ataban al barco se han roto y siente, en su pecho, la parálisis de la
libertad, y cae la valentía en la cubierta, y se tapa los ojos porque lo que
hay ante ellos, le causa temor: no sabe si es sombra, claridad o un híbrido; no
sabe si es real o es un espejismo: mas baja atemorizado del barco hacia la
arena porque sabe que ya es parte de esa misma ilusión, aunque siente la
tentación de mirar hacia atrás una vez más. Una última vez. Y busca la niebla entre
las aguas azules, y las bestias invisibles que le acompañaban; busca el
misterio que le envolvía y que le siguió durante todo su camino… y llora porque
no los encuentra.
Ya no hay preguntas,
tampoco hay respuestas, ni pensamientos, ni dudas: sólo se alza la verdad; pero
la verdad no tiene el encanto de un barco perdido, y mirando el bote piensa:
“¡fue todo tan rápido!” y siente la necesidad de volver a surcar el mar y
emprender la búsqueda de un nuevo destino: sueña con volver a tener, ante sí,
un velo gris, y desea volver a ver los vapores de las bestias invisibles; pero
ante todo, anhela subir al barco y navegar a la deriva, pero ya es tarde: la
libertad, ha roto sus ataduras; la verdad ha quemado la gris neblina. Presente,
pasado y futuro han confluido en un mismo lugar. El viaje ha terminado. Hoy, es
siempre todavía.