miércoles, 7 de diciembre de 2016

Cuando todo parece inútil

Tener esa horrible sensación de que quieres y no puedes, de que nada vale nada. Notar como todos aquellos pensamientos negativos, los que yacían enterrados en el subconsciente arañando la plena consciencia, han conseguido abrir una grieta profunda en el corazón y comienzan a devorarlo, a aflorar en la superficie. Como la angustia que se queda atascada en nuestro esófago, cuando alquila temporalmente una casa en mitad de la garganta. Pero parece eterna.
Ese querer llorar y no poder. Ese querer gritar y no saber cómo; chillar y pensar, ¿quién acudirá a mi llamada? Sentirte derrotado o derrotada, querer bajar los brazos y hacerlo poco a poco. Suspirar porque todo es inútil.
Desear estar agazapado en un rincón o bajo unas sábanas. Que nadie ni nada me mire. Cerrar los ojos y descansar, pero no poder. Dejar que las ideas y los recuerdos pasen a un ritmo vertiginoso. Y mientras el tiempo, atrapado en una clepsidra de viento, corre ensordecedoramente veloz, agotando los minutos y las horas, cayendo en la boca de la hidra para no volver jamás.
Cerrar los ojos. Masajear las sienes. Olvidar por unos segundos todo lo que estás haciendo. Experimentar el puño de Mohamed Alí en nuestro estómago de púgil novato de gimnasio. Caer rendido ante los pies del campeón de un solo y miserable golpe. Hoy todo parece inútil. Todo...