viernes, 31 de marzo de 2017

Mumu

 Mumu miraba por la ventana del hotel mientras Agustín se montaba en el coche. Por su mejilla verde rodó una lágrima de espuma; afuera nevaba. Sus alitas negras se apoyaban en el frío cristal, contemplando al auto alejarse hacia la carretera.

-Se ha olvidado de mí.-Pensaba.-Se ha hecho mayor.

Con paso vacilante se dirigió hacia la misma cama en la que, la noche anterior, había velado el dulce sueño de Agustín. La destapó y se metió dentro. Allí el vacío se hizo más palpable que nunca. La cama era demasiado grande para él y comprendió, entre sollozos, que nunca más volvería a abrazarle.

El pequeño Agustín ya no necesitaba de ningún ángel guardián que lo custodiase mientras dormía; pero Mumu siempre necesitó velar por su sueño.