viernes, 10 de agosto de 2012

Una última llamada

Intentaba verla tras la ventana de su cuarto en aquella mañana gris de otoño. El frío atenazaba mis músculos y calaba mis huesos traspasando mi chaqueta marrón de cuero raída por el tiempo. A mis pies, descansaba Colmillo Blanco, un husky siberiano que había encontrado hace tiempo en la calle metido en una cajita de cartón. Recuerdo que le puse así porque estaba leyéndome "Colmillo Blanco", una novela del célebre escritor Jack London cuyo protagonista era un lobo que se llamaba igual que el título del libro. Si hubiera sido hembra, le habría puesto Kiche, como la madre de Colmillo. Estaba jugueteando con una mochila despintada, de mis tiempos en el instituto. 

Pasaron las horas hasta que vi una figura femenina andar delante de la ventana que vigilaba. Era ella. La persona a la que esperaba ver. Suspiré, me armé de valor y me dirigí hacia una cabina telefónica que había justo delante de la puerta de su casa. Desde allí también se veía su ventana. Eché algunas monedas y comencé a presionar los números de su móvil. Me los sabía de memoria de la cantidad de noches que había pasado mirando aquellas cifras sin aparente coherencia entre ellas, pero de un gran significado para mí. El teléfono comenzó a emitir pitidos. Estaba comunicando. Observé por la ventana y la vi cogiendo su móvil, un Nokia blanco. Miró con cara rara el número. Suspiré y me mordí el labio inferior deseando que no pasara de él, que lo cogiera... pero en vez de eso, bajó el móvil y miró al techo. Miré hacia el suelo exhalando todo el aire que había en mis pulmones mientras dirigía el teléfono hacia la cavidad de la que lo había extraído. Estaba abatido. Cerré los ojos intentando pensar que no estaba allí y que eso no había ocurrido. Casi había colgado cuando escuché una voz femenina al otro lado del teléfono. Elevé rápidamente la mirada y mis ojos se dirigieron hacia la ventana donde estaba ella. Había cogido el móvil. Estaba sentada encima de su cama, como solía colocarse cuando la llamaban. 

-¿Sí? ¿Quién es?

No podía responder. Me había quedado sin habla. Todo lo que le tenía que decir se había evaporado en el aire. Colmillo Blanco me dedicó una mirada tranquilizadora desde el suelo, pero de poco me sirvió. Mis labios no se separaban más que para tomar aire por la boca y no eran capaces de articular palabra.

-¿Hola? ¿Hay alguien ahí? 

Tenía tantas cosas que decirle que no sabía por donde empezar. Se me trababa la lengua, las ideas se negaba a ordenarse, los pensamientos se escapaban... no era capaz de decir nada.

-¿Hola? ¿Hola? ¿Sí?

Seguí mirando por su ventana. Se despegó el móvil de su oreja y miró la pantalla extrañada. Colgó. Un pitido nuevo salió del auricular del teléfono. Ella depositó con cuidado su móvil sobre la cama. Se dirigió hacia el armario y cogió ropa. Acto seguido, salió de su habitación para cambiarse. 

Suspiré. Agarré mi mochila y le hice un gesto a Colmillo Blanco. Éste se levantó con agilidad y caminó tras de mí casi sin despegarse. El olía mi decepción y mi nostalgia, mi amargura y mi soledad, mi tristeza y mi angustia... pero se negaba a irse de mi lado. Siempre había sido un perro muy bueno y fiel, y se lo agradecía. Suya era la mejor compañía en tiempos como éste. Era un alma pacífica y tranquila. Cada vez que me había echo falta alguien para que me escuchase, él estaba ahí, y sus lametones, a menudo, eran mejores que cualquier consejo, consuelo o abrazo de muchas personas con las que me había cruzado. Me quería más que a mucha gente a las que consideraba amigas Yo también le quería. Lo cierto es que teníamos una conexión especial.

Caminamos hacia un banco que había al otro lado de la calle, dentro de una especie de parquecito con muchos árboles, repleto de columpios para los niños pequeños que jugaban alegres desde muy temprano mientras sus padres, con caras largas y de somnolencia, los vigilaban de los peligros que pudieran acecharles. 

La gente me miraba mal. La verdad, es que no era para menos. Tenía una ropa similar a la de un vagabundo, y a ello había que sumarle un pelo sin peinar y semilargo, y una barba de diez días sin afeitar y desigual. No me importaba, la verdad, a pesar de vivir en un mundo lleno de apariencias. Ella salió de su piso con una sudadera negra con capucha y el pelo recogido en una coleta. Dobló la esquina de su calle y no la volví a ver.

No sé cuánto tiempo pasé allí, mirando su piso, admirando su ventana, sólo sé que, cuando elevé la mirada, el sol estaba ocultándose y con una intensa tonalidad naranja y Colmillo Blanco jugueteaba, tumbado en el suelo, con una hoja marrón que había caído recientemente de un árbol... y ella estaba entrando en su casa. La observé por última vez en la ventana. Suspiré. Miré a Colmillo, quien también me dedicó una mirada, y no pude por menos que sonreír. Acaricié su cabeza mientras él movía las orejas como gesto de aprobación y placer. 

Me levanté y cogí la mochila para colgármela del hombro derecho. Colmillo Blanco se quedó observando mis movimientos desde el suelo con gesto vigilante. 

-Ven, Colmillo. Nos vamos. Tenemos que hacer un viaje muy largo. 

Colmillo se levantó de un salto y caminó a mi izquierda. 

Nos dirigíamos hacia el horizonte, donde el sol había comenzado a ocultarse ya de nuestra vista. Cuando estábamos ya alejados decidí volverme para mirar su ventana por última vez. La luz estaba encendida. No conseguía verla, pero sabía que estaba allí. 

Ya no tenía nada que hacer en aquel lugar. Mi tiempo allí se había acabado. Continué andando. No sabía adónde iba. La verdad es que tampoco me importaba. Sólo sabía que teníamos que hacer un viaje largo. Muy largo. Sin fin. Siempre dirigiéndome hacia el horizonte, por donde el sol nace y el sol muere. Y Colmillo Blanco lo sabía, pero ahí continuaba. Al lado mía. 


2 comentarios:

  1. es una historia que hace pensar, a mí me transmite cobardía por parte del protagonista, y también una historia no contada detrás de una llamada de teléfono. Muchas veces me he sentido así, abatida por la cobardía, lo peor es no enfrentarte a lo que tienes delante, pero eso seguro que ya lo sabes, aunque ojalá lo supiera el protagonista, eh! Jaja :)
    Como siempre, tus palabras me hacen pensar, me gusta :D

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