jueves, 6 de septiembre de 2012

Nerón Claudio

El emperador Nerón se había parado a descansar a los pies de un árbol. El sofocante calor de aquel atardecer del mes de junio le habían dejado exhausto. Necesitaba recobrar un poco de aire antes de proseguir su huida. Los pocos esclavos que había logrado traer consigo también descansaban a varios metros alejados del emperador.

Un hombre se le acercó sigilosamente portando una bota de agua de cuero marrón. Su cabello castaño y sus facciones fuertes y adultas dejaban ver una edad madura en él, pero un brillo en sus ojos negros atestiguaban un vigor propio de un adolescente. Su rostro aparentaba tranquilidad y serenidad, nada que ver con el nerviosismo y la inquietud que atenazaba el cuerpo del joven Nerón Claudio.

Miró el emperador al hombre y cogió la bota que éste le ofrecía bebiendo un largo trago de agua fresca.

-Epafrodito... he estado pensando en qué pasará si me cogen.-Comentó el princeps* mirando hacia el suelo. De una de las mangas de su toga sacó un estilete y se quedó mirando largo tiempo.
-¿Estáis pensado en el suicidio?
-Estoy pensando en el suicidio. Me busca demasiada gente. No puedo estar tranquilo. Primero está ese Sulpicio Galba, gobernador de la Tarraconense* al que han nombrado princeps, después Vitelio en el Rin, a quien también han nombrado jefe del principado, y también está Salvio Otón, proclamado por la guardia pretoriana.-Nerón cerró los ojos y suspiró. Miró al cielo un breve período de tiempo.-Otón... Marco Salvio Otón... mi amigo, ¿quién lo diría, Epafrodito? Nunca pensé que Otón se sublevaría contra mí... ¡contra un amigo!
-Sólo los dioses pueden saber qué pasa por la mente de los hombres para cometer tal traición, princeps. Sólo los dioses.
-Temo, Epafrodito, que los dioses me han abandonado hace mucho tiempo. Les he dedicado espectáculos en el anfiteatro, les he hecho los mejores sacrificios, ¿y cómo me lo pagan? ¡Me dan la espalda! ¿Por qué, Epafrodito? ¿Por qué?
-No lo sé, princeps. No lo sé. Los dioses son caprichosos.

Epafrodito miró el estilete. Nerón sudaba. Había cierta duda en su mirada...

 No. Nerón no deseaba acabar con su vida. Nerón se negaba a abandonar el mundo de los vivos a pesar de apuntar con el estilete hacia su pecho. Su voluntad de suicidio estaba meditada, pero su deseo de vivir chocaba violentamente con aquella extraña idea. Era demasiada la intensidad con la que Nerón apreciaba la vida, pero eso no pasó desapercibido para su secretario, que prosiguió su conversación con el princeps.

-Debéis de suicidaros, princeps. Así vuestra dignidad y vuestro honor permanecerán intactos. ¡A saber qué pretenden haceros esos bárbaros que se hacen llamar romanos! ¡Porque son bárbaros, princeps! Pero no temáis... vuestro séquito, vuestros acompañantes, os seguirán hasta la muerte. Se suicidarán por su dominus* y con su dominus. No os dejarán solo en esta batalla, princeps. No os dejarán. Su destino se selló cuando decidieron partir con el princeps de Roma, y sufrirán su mismo final.
-Dices la verdad, Epafrodito. Dices la verdad. No hallo mentira alguna en tus palabras. Creo que debo hacerlo, y lo haré. Ven, ¡ayúdame a levantarme! ¡Un princeps de Roma debe morir en pié, por Júpiter!

Epafrodito tendió una mano a Nerón quien la usó como apoyo para levantarse. El princeps de Roma, mirando al cielo, dirigió una dramática oración a los dioses, a quien confiaba su alma. Colocó el estilete sobre su esternón y miró a su secretario.

-Consagré toda mi vida al arte y la cultura. Tú fuiste testigo del amor que profesé por el arte. Ahora me doy cuenta de que la vida es un teatro lleno de actores. La vida es nuestra obra cumbre, Epafrodito. ¡La vida es arte! ¡Como los versos de Virgilio en su Eneida! ¡Como las comedias de Plauto! ¡La vida es un arte, y haré que este final sea digno de una tragedia griega del mismísimo Esquilo!

Nerón empujaba el estilete contra su pecho, pero la carne no cedía ante sus pretensiones. Su cara mostraba esfuerzo, y su mirada, clavada en el cielo, dudas. Pasaban los segundos, y el estilete seguía en el mismo sitio hasta que las temblorosas manos de Nerón apartaron el arma de él y sus ojos se quedaron fijos en Epafrodito.

-No puedo, Epafrodito... no puedo.
-Debéis hacerlo, princeps. Debéis hacerlo.

Epafrodito agarró las manos de Nerón y las colocó de nuevo en su posición anterior: la punta del estilete volvía a reposar sobre el pecho del emperador, pero éste no ejercía fuerza sobre el arma. Sus brazos estaban relajados y sus ojos miraban al suelo. Su rostro estaba rojo del esfuerzo anterior, del debate interno, de esa elección entre vivir huyendo como un delincuente, o morir como un emperador de Roma.

Alguien profirió un grito a lo lejos. Eran soldados enemigos, probablemente mandados por el propio Otón. Nerón miró a sus agresores, aún lejos de él, después, volvió a clavar su mirada en su secretario.

-No puedo, Epafrodito, no puedo... triste es éste final para un artista de mi talla.
-Debéis hacerlo. ¡Aprisa! ¡Se acercan y os han visto, por Júpiter!
-¡No puedo! ¡Ayúdame a morir, Epafrodito! ¡Ayúdame a morir!
-¡Debéis hacerlo sólo, princeps!
-¡Por Júpiter que no puedo! ¡Por favor, Epafrodito! ¡No tengo el valor suficiente! ¡Ayúdame a morir, por los dioses!

Epafrodito observó a los soldados. Uno de aquellos asesinos se había adelantado y estaba ya a poca distancia. Quedaba poco tiempo de reacción. Miró a Nerón. Sus ojos estaban ahora llenos de súplica. Clamaban ambos la misericordia del moribundo exigiendo el fin de su lenta agonía. Sabía que su princeps agonizaba a cada paso que daba el soldado hacia ellos.

-Epafrodito...
-Princeps... no puedo, os lo juro por los dioses.
-Por favor... no me dejes morir como un miserable esclavo, ¡soy princeps de Roma! ¡Merezco una muerte digna de tal! ¡Soy sucesor de César Augusto y de Cayo Julio César! ¡Soy hijo de dioses! ¡No puedo morir en manos de unos traidores!
-¿Preferís que os mate un liberto?
-¡Sólo os suplico ayuda! ¡Mirad, por hay viene!

El soldado se acercaba peligrosamente y profería gritos contra el "imperator" de Roma, dominador del mundo. Nerón empujaba cada vez más el estilete contra su pecho, pero no acababa de culminar su final apoteósico. Miraba a Epafrodito suplicando su ayuda.

-Epafrodito... por favor.-Su secretario negó con la cabeza, pero colocó su mano derecha en estilete. Miró al emperador por última vez.
-Sea tu voluntad, princeps.

Epafrodito presionó intensamente sobre el estilete hasta que acabó por hundirse en el pecho de Nerón y partir su esternón. La sangre comenzó a brotar a borbotones por la herida que le había causado mientras ayudaba a Nerón a recostarse sobre la hierba.

-¡Qué gran artista pierde el mundo!-Gritó Nerón mientras agonizaba.

Apenas tocó el césar el suelo cuando la vida ya había abandonado su cuerpo. Epafrodito le observó. Cerró sus ojos con lentitud y se levantó. Observó al soldado. Estaba quieto ante la escena que acababa de presenciar. Epafrodito volvió a mirar al emperador antes de marcharse.

-El mejor sin duda, princeps. El mejor comediante y el mejor actor que he visto nunca.

Epafrodito no perdió ni un segundo más. Con la ligereza de la gacela comenzó a correr en dirección contraria al soldado que reanudaba su carrera.

A pesar de que en ese instante sólo pensaba en correr para salvar su vida, no pudo evitar que sus últimos pensamientos fueran para Nerón Claudio César Augusto Germánico, princeps de Roma, amante del arte, y asesino infame.


*Princeps: Desde la etapa de Augusto hasta Diocleciano, el título que ostentaba el emperador era el de "princeps" (primer ciudadano), lo que dio lugar a "principado", la nueva forma de gobierno implantada por Augusto tras acabar con el anterior gobierno republicano.
*Tarraconense: región de la España romana.
*Dominus: señor.

Lo que se narra aquí tiene base real, según lo atestiguan historiadores como Tácito. Nerón murió el 9 de junio del año 68, acabando con él la dinastía imperial Julia-Claudia. Nerón huyó de Roma y murió de la forma en la que se describe, pero, debido a la ausencia del marco espacial en el que murió el emperador, se le ha dado este marco para aumentar el dramatismo de la escena que se describe. No debe tomarse todo lo que se escribe aquí como una verdad histórica incuestionable puesto que esto es un escrito y está hecho para divertir, mezclando la ficción y la realidad.


1 comentario:

  1. Un texto precioso... El arte se basa en la mente de una persona... igual que Nerón tenia arte entre sus venas y su vida.
    TE felicito Ricardo

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