domingo, 15 de diciembre de 2013

Las lágrimas de Wallada

Ya no habrá más noches en vela esperando a que aparezcas, ni esperando encontrarte. Las lágrimas que se llevaron las calles de Qurtuba cada vez que nos separábamos se mezclarán ahora con las aguas turbias del río deseando no volver a verte nunca más. Tal vez su cauce se lleve tu recuerdo igual que tú te llevaste mi esperanza. Quizá me ayude a olvidarte, a cicatrizar las heridas. Ahora me arrepiento de todas las noches que pasamos juntos, de los besos que me diste, de las promesas que nos hicimos, las palabras que nos intercambiamos, y los poemas que bordé en mis ropas pensando en ti, pero ¡ay de tu suerte, desgraciado, que has cambiado las lunas con una princesa de al-Ándalus por la suciedad de la habitación de una de mis esclavas! Y he de admitirlo: me siento humillada por esto, ¿qué clase de poeta es el que deja de cantarle al jazmín para centrarse en el barro que le rodea? ¿Qué clase de astrólogo deja de admirar el cielo para centrarse en el polvo de la tierra?

¡Ay de mí, que tanto te amé! ¡Qué tonta que fui pensando que junto a ti podría ser feliz! Eres como las bestias, Zaydún, pues sólo ellas pueden relacionarse con lo más bajo y despreciar a lo más alto sin sentir ni un leve cargo de conciencia. Es por ello por lo que me recuerdas a los corceles de los establos: bellos y de nobleza aparente, pero bestias al fin y al cabo, sin razonamiento, sin conocimiento, sin sentimientos… ¡Sin corazón! ¡Y a esto miento, porque hasta el más salvaje de los animales del mundo siente amor al menos una vez en su vida! Y tú no sientes, Zaydún, tú no sientes ni la arena que pisas, ni la pasión a la que te abandonabas cuando apoyabas tu frente contra la mía y dejabas pasar las horas. También eso era mentira como las cartas que me enviabas o los versos que me escribías. ¿Cuándo se te ocurrieron? ¿Antes de acostarte, o después de yacer con mi sierva? ¿Antes de acariciarla, o después de la consumación carnal? ¿A ella también le has hecho promesas de amor eterno? ¿Y qué promesas se le hacen a una esclava? ¿Un verso de un afamado poeta, o la libertad? Dedícale todo lo que quieras, Zaydún, y tus palabras caerán en el vacío igual que cae un muerto del caballo cuando una lanza enemiga atraviesa su costado. ¡Y yo esa lanza la siento, Zaydún! La siento en mi pecho, porque aún te quiero; la siento en mi cabeza, porque tu rostro aún me nubla el juicio; yo también la siento en mi costado, porque cuando me acuerdo de ti, ¡Oh, Zaydún, aún se me corta la respiración! ¡La siento por todo mi cuerpo, porque verdaderamente, me duele lo que me has hecho!


Sólo Allah sabe cuánto me duele todo esto, sólo él sabe cuánto te quise, pero también es consciente de mi anhelo de venganza. Ojalá sientas todo el daño de tus acciones de la misma manera que yo la siento. Ojalá la misma saeta que ha atravesado mi pecho dejándome herida de muerte, también alcance el tuyo y te deje de la misma manera que a mí. Porque me duele el orgullo, porque quiero verte humillado como el vencido suplicando clemencia, porque sólo Allah sabe cuánto te odio, pero, a pesar de todo, porque esto va a dolerme más a mí que a ti, porque te amo, porque te quiero. Porque me has hecho daño y Qurtuba, riéndose de mis lágrimas, me susurra tu nombre. Por favor… Vete. No quiero que vuelvas. Llévate mis lágrimas contigo al Guadalquivir; no las necesito. Por tu culpa, aquí en mis ojos aún tengo de sobra. 

Dedicado a Blanca Estévez