jueves, 27 de agosto de 2015

Diario de cronopio. Diario de fama

 Cuando un fama escribe en su diario empieza con un “Hoy, miércoles, día…” y luego escribe todo lo que ha hecho con otros famas. También describe sobre su último viaje a París, donde vio la Torre Eiffel y se quejó de la vida bohemia de la ciudad, aunque sea un ávido doctor de Baudelaire.
La tinta con la que escribe es azul. La cogen del mar y redactan siempre con pulcritud y elegancia; no obstante, nunca anotan nada interesante aunque hayan sido partícipes de una grandiosa anécdota, porque no quieren que ningún cronopio despistado lea su diario.
Estos famas suelen escribir en bares del centro todos los días de diez a once de la mañana mientras beben, tranquilamente, una copa de vino tinto.
Por otra parte, un cronopio no escribe, sino que garabatea cosas que sólo otros cronopios entienden, y siempre comienzan sus manuscritos con un “cronopio, cronopio…”.
No hablan sobre ningún viaje porque no han podido hacerlo, pero sí sobre todos esos que les gustarían hacer, y lo harán de manera desorganizada; por ello, nunca se quejan (ni se quejarán) de París.
Su tinta es verde, más asequible que las azules porque sólo tienen que arrancar algunos hierbajos esmeralda que crecen en cualquier jardín.
Sólo escriben los miércoles en su casa de nueve a once de la noche tras bailar un tango, pero al día siguiente, felices, quedarán con otros cronopios chillones y joviales, e irán formando una algarabía a los bares del centro y contarán sus reflexiones nocturnas, mientras los famas, enfadados, buscarán cualquier otro lugar en Buenos Aires para beber y quejarse de París, lejos de la vitalidad y la alegría que emanan los cronopios.

En homenaje a Julio Cortázar y a sus Historias de cronopios y famas.