domingo, 31 de diciembre de 2017

Repaso

 He sentido el dolor y el desamparo brotando como un manantial en mi pecho; la soledad me ha desgarrado el alma; sin embargo, a veces mis lágrimas eran de júbilo y me olvidaba de la tristeza cuando doblaba las esquinas.
He madurado para seguir siendo un niño: me da miedo el camino largo y penumbroso que tengo frente a mí, y, aunque soy consciente de que debo andarlo solo, agradezco la caricia de la mano amiga cuando aparta la niebla de la incertidumbre y la vereda parece más clara.
He sentido ira y rabia; cuando Trump reconoció la capital de Jerusalén, volví a ponerme al cuello mi kufiyya y me dolió Palestina. He sido cobarde y valiente y he reído y llorado a partes iguales.
Las adversidades volvieron a vencerme. Algunos de mis retos eran demasiado grandes y los desestimé por canciones dulces y risas de niños que volvieron a llenarme de ilusión. Las armas, las sigo teniendo puestas porque espero un nuevo combate del que aún no sé si saldré victorioso, como de otros tantos que gané cuando ya me daba por derrotado.
Me he perdido, me he buscado y me he encontrado para volverme a perder. Me convencí de que soy un apátrida porque amo al mismo mundo que a veces odio, lloro y sufro; sin embargo, siempre supe que eso no era así porque en el fondo de mi ser identifiqué mi patria con unos brazos que no me abrazaban y una boca que nunca me besó; pero sonreí porque vi mi hogar hiriendo el largo horizonte y así supe que siempre tendría a alguien esperándome al final del trayecto.
He leído para aliviarme e intentar comprender el mundo. He reflexionado hasta desvelarme, haciéndome preguntas tortuosas que no llevaban a ninguna parte; la ausencia de una verdad absoluta me ha angustiado, y, sin embargo, ahora el mundo me parece más bello y grande que nunca. Tras convencerme de que todo era absurdo, me tocó encontrarle un sentido al sinsentido para volver a tener una razón que yo mismo desarmé y no quiero poseer.
He visto y oído y hablado. Me han contado penas y alegrías; me han fallado y he fallado; he aprendido que los fuertes también se vienen abajo; entre alegrías y penas me han contado proyectos e ilusiones: de historias entusiastas salidas de labios que no eran míos he vivido experiencias fantásticas cicatrizadas en el tiempo, provenientes de pieles y lenguas ajenas.
Yo, en fin, como el poeta, confieso que he vivido; pero, lo más importante de todo no son ni las mentiras y ni las verdades que nos han transformado la vida, sino que, todo lo que he vivido, lo he vivido contigo. Por eso, quiero que te quedes para que, juntos, aprendamos a contar las gotas del mar.

Un abrazo y Feliz Año Nuevo


El hombre de papel

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