viernes, 8 de abril de 2011

Océano

No ceso de pelear contra tí, pero las fuerzas ya me van fallando. Llevo más de treinta minutos luchando por mantenerme lejos de tu fiero lazo, pero mis fuerzas están más que agotadas. Tan si quiera tengo ya fuerza para respirar y mis esperanzas se van agotando poco a poco y tú no dejas de moverte con letales vaivenes. No puedo más. ¡No puedo más! Y me dejo hundir, dejo que tus húmedas cadenas me arrastren hasta tu fondo, hasta un fondo que para mí, es totalmente inexistente, algo desconocido... algo misterioso, profundo e insondable. Poco a poco noto como respirar aquí abajo es totalmente en vano, como me va faltando el aire y como mis músculos se van atenazando... pero también relajando, pero no dejo de bajar, soy incapaz de mantenerme cerca de tu superficie y, poco a poco noto como la luz va desapareciendo a mi alrededor. Tu abrazo mortal empieza a hacerse cada vez más potente a menudo que siento cómo mi propio cuerpo se hunde más y más y más lentamente hacia un fondo sin retorno. Empiezo a sentir una gran presión sobre mis oídos y me llevo las manos a la cabeza y empiezo a negar. Comienzo a notar multitud de pinchazos en diversas partes del cráneo, como si la cabeza quisiera estallarme. Mi cuerpo empieza a sufrir convulsiones y el escaso aire que me quedaba en los reducidos pulmones comienza a escapárseme de forma involuntaria, perdiéndose hacia la superficie en forma de difusas burbujas que salen de mi boca que, a su vez, se llena de agua salada llevándola a mi estómago haciéndome más pesado. Una sensación de agobio me invade y entonces saco fuerza de donde no las hay e intento volver a nadar hacia la superficie... pero todas y cada una de mis ralentizadas brazadas son en vano, y no sólo no asciendo; sino que me hundo más. Hago un intento por respirar, pero mis pulmones no reciben aire: reciben agua, un agua que, conforme desciendo, se va volviendo más oscura y fría. El agua que ha tomado mis pulmones y se ha asentado en mi estómago hace que descienda mucho más deprisa y no pueda tan siquiera moverme. Me siento tan agotado, tan pesado... mis músculos, faltos de oxígeno, dejan de pelear y se relajan y vuelven flojos, mis cerebro, empieza a similar lo inevitable, mi corazón, no cesa de latir deprisa y más deprisa. Ya sólo me queda sentir las últimas convulsiones, los últimos intentos por ascender de nuevo, pero ya todo es imposible: todo a llegado a su fin. Noto como un hilito de sangre sale de mi boca y comienza a ascender muy lentamente haca la superficie... mis pulmones, mis órganos... todo mi ser ha sucumbido frente a la presión del momento y del agua y he sido reventado por dentro, aunque, al menos, mi corazón ya casi no late y he dejado de sentir pues, la propia frialdad del agua y la falta de oxígeno en mi cuerpo, han provocado que todo mi ser esté completamente anestesiado... ¿o debería decir muerto? Pero en ese instante, siento una corriente de aire que pasa bajo mi espalda en descenso todavía, y después otra corriente más, y otra más, y otra más, y así, sucesivamente hasta llegar a siete... ¿qué pasa ahora? Intento echar una breve mirada a mi alrededor antes de irme... son tiburones atraídos por mi sangre... pero, misteriosamente, todos y cada uno de ellos, pasan por debajo mía y describen movimientos circulares y elípticos sobre mí y la sangre, pero no se atreven a tocarme, no, simplemente, se van. Unos son tiburones blancos, otros, tiburones tigres, sólo dos eran martillo y uno aparentaba ser normal. Ahora escucho un sonido fuerte. Una especie de alarido llega a mis oídos y se pierde hasta impactar contra mi casi muerto cerebro... ¿qué pasa ahora? Dirijo mi vista hacia la izquierda y tres ballenas azules nadan hacia mí con decisión y completa belleza en sus delicados movimientos. Vuelven a hacer su sonido, como si me estuvieran llamando, como si quisieran que mi alma formase parte de ellos... y es entonces cuando miles de peces de todas las formas y colores empiezan a pasearse por mi lado.. Entonces pienso para mí, que tal agobio y agónica muerte, al menos, trajo después un hermoso espectáculo marítimo al que acababa de unirme hacia poco. Deseé convertirme en pez, en anguila, en tiburón, para poder unirme a ese hermoso mundo desconocido, lleno de colores y de criaturas fantásticas, mas, dentro de mí, y muy a mi pesar, me sentía traicionado por la propia naturaleza, por aquello a lo que había amado y sentido una predilección mágica hasta el punto de haberme sentado en una roca a contemplar la inmensidad de las aguas marítimas, y ahora, mi propia pasión se había convertido en mi verdugo.

-¡Océano, Océano!-grité desde mi interior-¿Por qué me has hecho esto?

1 comentario:

  1. oooh que triste pasaje,,, me pasaba por aquí antes de que me dijeras ¿has visto mi entrada? he actualizado,, para que veas que aunque no me digas que has actualizado me sigo pasando por aqui..viendo tus cosicas,, un besico feo :)

    ResponderEliminar