Me
gusta mirar en los charcos porque me parecen el reflejo de un mundo paralelo al
de aquí. Allí todo cambia. Lo pequeño parece grande, lo lejano está más
cercano, lo claro se vuelve más oscuro, lo secundario allí es único.
Cuando
miras en él, a través de él, la realidad parece cambiar, y las verdades pasan a
ser mentiras. Sólo tiene cabida la nostalgia de los recuerdos, la contradicción
de un universo lleno de posibilidades y de sueños rotos que jamás podrán ya
cumplirse.
Allí me
veo reflejado. Te veo reflejada, dulce tormento, y converso contigo como si te
tuviera delante de mí. Explícame, ¿por qué otro y no yo? Aún tengo la esperanza
de oír una contestación de tus labios, pero tu rostro permanece inmutable.
Dime, ¿en qué falle? Pero hoy decides parpadear y sonreír. Permaneces muda ante
mis preguntas. Háblame, ¿qué hice mal? Ni si quiera hallo la respuesta en tus
ojos opacos. No eres más que un fantasma del pasado incapaz de articular alguna
palabra que alivie mi incertidumbre… Pero eres tan hermosa que la sola alusión
de tus rasgos basta para alegrarme, para evocar los recuerdos más felices que
he vivido contigo, junto a ti. Bella herida abierta… no te vas nunca de mi
memoria. Te tengo siempre presente. Tal vez por eso te veo ahí reflejada. Tal
vez es eso lo que quiero, que no te vayas nunca, que no me abandones jamás,
pero no eres más que un espíritu, un aura incorpórea e intangible.
Todo es
de una ilusión casi ofensiva, demasiado vano para ser verdadero, demasiado real
para ser ficción, pero todo está impregnado de una esencia nostálgica que me
resulta incluso irrespetuosa con el ayer. Y creo que se debe a que me parece un
mañana, pero sé que no son más que reminiscencias de un tiempo pretérito que ya
no volverá.
Me
gusta mirar en los charcos, a través de los charcos, porque te veo, nos veo
juntos, pero tantas esperanzas tan malévolamente auto infundadas hacen
verdaderos estragos en cualquier corazón.
Me
gusta mirar en los charcos, a través de los charcos porque desviando la vista
se apaga una creación efímera que ya nunca volverá porque, realmente, nunca
existió más que en el interior de cualquier conciencia, inducida por la
esquizofrenia de un suceso ficticio aún latente en el presente, siempre vivo,
siempre muerto… siempre agonizante, eterno, con un principio inexistente, con
un final inventado.
Me
gusta mirar en los charcos, a través de los charcos porque te veo, pero, ¿a
quién quiero engañar? No me hacen falta gotas agua de lluvia acumuladas para
pensarte porque siempre te tengo presente. Me gusta mirarte en los charcos,
porque igual que el llanto de Dios; te evaporas y es como si nunca hubieras
existido, pero dentro de mí, algo sabe que estás ahí, que siempre estuviste
ahí, y que algún día volverás a tomar forma, como los pensamientos en los que
te deseo. Como los charcos en los que te miro.
Es increíblemente precioso, parece que te hayas metido en mis pensamientos y los hayas plasmado tú... Genial, como siempre.
ResponderEliminar¡Mola mucho Richard!
ResponderEliminar¡Animo que la vida es puta y bella!