sábado, 30 de abril de 2016

Queda lejos

Mensaje de WhatsApp. Antes de abrirlo le doy un sorbo al tinto y me quedo mirando la pantalla rota del móvil; es una noticia. Me encojo de hombros y pulso sobre el enlace de la misma; salta un anuncio publicitario de Flooxer o algo así, y tras conseguir acceder al contenido encuentro un titular que dice: “Muere el último pediatra de Alepo en un bombardeo a su hospital: ‘Él siempre estaba allí. Se preocupaba por las personas’”.
El cuerpo de la noticia es demasiado breve como para rendir homenaje a uno de los héroes de verdad que quedaban en el mundo; igual de breve que la información proporcionada acerca de las 27 personas que murieron con él durante el ataque; igual de breve que la indignación de Europa tras ver la fotografía de Aylan antes de que nos echáramos en los brazos de partidos extremistas y xenófobos, antes de que aceptáramos el iracundo discurso del odio, del patrioterismo –que no patriotismo-, de esos que ayer estaban en silencio y ahora salen de su cueva y sus fauces vomitan palabras de cólera y psicosis. Pero no dejan de ser datos: los muertos son datos; los afines a este discurso ahora aumentan su porcentaje y son números; sin embargo, ¿cómo se mide el miedo de los que sufren? Sólo serán un eco perdido en los confines del mundo, porque aquello nos queda lejos…
¿Pero no es la historia de Rashid la misma que la de Zlata hace 20 años? ¿No es la misma que la de María hace 80? ¿Esa historia no podría ser la de cualquiera? Pero eso también queda lejos y la memoria está dormida.
También es breve mi indignación; cierro el móvil, bebo y suspiro; vuelvo la cabeza hacia donde están mis amigos y continúo la conversación como si nada hubiera ocurrido. Total. Yo no puedo hacer nada y mañana juega el Betis contra el Barça y nos va a caer la del pulpo. Y sin embargo, ¿cuántas lágrimas no bañarán los escombros hasta que vuelva la Esperanza? ¿También yo moriré en un bombardeo o por el contrario, habré de cruzar una frontera para encontrarme con Ella? Pero todo eso no me preocupa porque queda lejos. Muy lejos aún.

La Sexta, “Muere el último pediatra de Alepo en un bombardeo a su hospital: ‘Él siempre estaba allí. Se preocupaba por las personas’”, publicado el 29 de mayo de 2016: 

 

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