jueves, 31 de agosto de 2017

Pedazos de eternidad

 Somos pedazos de eternidad arrojados a las atlánticas aguas del tiempo; gotas de agua con nombre y apellidos que proceden del mismo mar, que se evaden de él formando olas que sueñan con llegar a la costa.
Así nos estrellamos, y juntos y juntas emponzoñamos de espuma la orilla que, inmutable, presencia nuestra expansión por entre sus granos de arena. De este modo llegamos al mediodía, a la medianoche de nuestras vidas cuando, tras invadirlo todo, empezamos a retroceder lenta e imperceptiblemente; nuestro plenilunio dura unos segundos y nuestra luna mengua; nuestro sol agoniza en un rojo atardecer.
Sólo cuando nos vamos retirando, poco a poco, algunos y algunas descubren que todo estaba vacío; que en realidad nunca hemos abandonado el mar al que pertenecemos, y que éste nos recibe, nuevamente, con sus inmensos brazos azules. Nada sigue igual, aunque, inevitablemente, nada permanece diferente.
Pero entonces todo vuelve a su cauce y la vida sigue fluyendo, inconsciente, como si nada hubiera ocurrido.  

sábado, 5 de agosto de 2017

Rebelión

 Me posiciono frente al espejo y frente a él doy comienzo a mi rebelión.
-¿Contra qué? ¿Contra quién?- Me pregunto.
-Contra mí mismo.- Respondo.
Y, sin embargo, estoy ahí delante y no me reconozco. Mis ojos desafían mi mirada; ya he visto esos iris castaños antes, aunque no encuentro nada en ellos que me resulte familiar.
Mi entrecejo fruncido; mi boca entreabierta; mis puños apretados; el resuello, las contracciones de mi diafragma... todo eso es igual que ayer, pero no consigo establecer una relación de parentesco.
Nada ha cambiado, aunque todo parece distinto.
-¿Quién eres?-Me cuestiono.
-Soy yo.-Respondo.
-¿Y quién eres tú?-Me interrogo.
-No lo sé...-Añado.
Bajo la cabeza lentamente. Otra vez he sido derrotado por mí mismo. Por mi propia sombra.
Soy y no soy a la vez. Aunque... ¿quién soy?
El diálogo, como siempre, vuelve a pararse en el mismo punto que en ocasiones precedentes. La cólera sigue encendida en mi pecho; mis preguntas siguen sin responderse y mi rebelión sin consumarse.
Le doy la espalda a mi interlocutor y él actúa de manera similar. Con paso vacilante abandono mi habitación. Mi reflejo también se aleja. Ninguno de los dos nos volvemos para mirarnos; el eco de mis pisadas es el eco de sus pisadas. No importa que la conversación se haya interrumpido de manera abrupta: cuando regrese volveré a estar ahí, listo para un nuevo asalto con las mismas reflexiones irresolubles:
-¿Quién soy?
-No lo sé.
-¿Qué haces?
-Rebelarme.
-¿Contra quién?
-Contra mí.
-¿Y quién eres tú?

-Absolutamente nadie...