jueves, 31 de agosto de 2017

Pedazos de eternidad

 Somos pedazos de eternidad arrojados a las atlánticas aguas del tiempo; gotas de agua con nombre y apellidos que proceden del mismo mar, que se evaden de él formando olas que sueñan con llegar a la costa.
Así nos estrellamos, y juntos y juntas emponzoñamos de espuma la orilla que, inmutable, presencia nuestra expansión por entre sus granos de arena. De este modo llegamos al mediodía, a la medianoche de nuestras vidas cuando, tras invadirlo todo, empezamos a retroceder lenta e imperceptiblemente; nuestro plenilunio dura unos segundos y nuestra luna mengua; nuestro sol agoniza en un rojo atardecer.
Sólo cuando nos vamos retirando, poco a poco, algunos y algunas descubren que todo estaba vacío; que en realidad nunca hemos abandonado el mar al que pertenecemos, y que éste nos recibe, nuevamente, con sus inmensos brazos azules. Nada sigue igual, aunque, inevitablemente, nada permanece diferente.
Pero entonces todo vuelve a su cauce y la vida sigue fluyendo, inconsciente, como si nada hubiera ocurrido.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario