sábado, 27 de noviembre de 2010

Amor Eterno


Él llevaba varios años muerto, y ella seguía vistiendo aquel traje negro todos y cada uno de los días desde que aquel alma pulcra se había ido de su lado para dejarla sola en ese mundo cruel.


Echaba de menos el resuello de su pecho, el contacto de sus manos, el aroma de su perfume, el beso de sus labios y la profundidad de sus bellos y verdes ojos por los que acostumbraba a perderse y penetrar en sus sentimientos a través de aquellas dos puertas del alma.


En aquel impío lugar, reinaba un silencio sepulcral y el camposanto lucía repleto de tumbas y mausoleos cubiertos de mármol, pero ¿Para qué tanto lujo si aquellas almas perdidas no podrían observar la belleza de sus muertes desde la vida terrenal?.


Ella se aproximó de forma muy lenta hacia una tumba situada en el otro extremo del cementerio y que descansaba al pasar del tiempo bajo la sombra de un sauce llorón cuyas ramas caían sobre su lápida y acariciaban su nombre y su fecha como si se tratase de su propia esposa o algún familiar cercano eternamente herido por la muerte de aquella desgraciada ánima que tiempo hacía que había abandonado aquel mundo de miseria, lamento y sufrimiento pero que también privaba a su cuerpo enterrado del calor humano y del amor de los suyos.


Custodiaba la marmólea tumba la estatua de un ángel con las alas abiertas y la mirada perdida en el horizonte infinito mientras sus manos estaban extendidas en forma de lamento y súplica. Aquel ángel tenía la boca abierta como si de su boca inerte brotara una oración eterna y el tiempo le hubiera privado de descanso y a los pies de la blanquecina túnica que le cubría todo el cuerpo yacía una cruz de granito incrustada en el mármol y que ocupaba la cabeza de la solitaria lápida.


La mujer de negro llegó a la altura de la tumba y se sentó en la esquina interior derecha mientras soltaba en el centro de ésta una rosa roja recién cortada que a luz del ocaso del Sol brillaba como un rubí custodiado por varias esmeraldas que no eran sino las hojas caídas del sauce llorón que reposaban alrededor de la rosa.


La mujer cerró los ojos durante unos instantes para reflexionar todos y cada uno de los momentos vividos con aquel hombre que ya no estaba con ella en aquellos duros tiempos, y al abrirlos, se dió cuenta de que un niño de unos cinco años se había posicionado junto a ella y la miraba estupefacto.


De la boca de aquel niño de oscuros cabellos, salió una pregunta hacia la mujer que seguía sentada con el rostro impasible en la tumba de mármol y que había comenzado a acariciar las letras de la lápida.


-¿Por qué sigues viniendo si ya no va a volver?


La mujer sonrió y clavó sus ojos azules como el cielo en los ojos confundidos del niño mientras se levantaba.


-Porque le juré amor eterno.-Dijo la mujer mientras caminaba lentamente y se perdía en las laberínticas calles de tumbas a espaldas del niño mientras el Sol semioculto bañaba su cara y su cuerpo con sus últimos rayos, como si el alma del hombre fuera el Sol y quisiera regalarle un triste beso.

2 comentarios:

  1. Beticón! A parte de que sigo pensando que los colores de tu blog son feos. Sin duda puedo afirmar que esta es la entrada que más me ha gustado de todas y después iria la de ¿Quién eres?
    sé que te hace muchísima ilusión mis comentarios y aquí tienes otro para la colección :)
    Un beso ^^

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  2. Hoy me he metido a ver si actualizabas algo xd me estoy aficionando a tu blog jajaja bueno un saludo :) para que me veas que me acuerdo de ti xd

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