martes, 7 de diciembre de 2010

Un Sin-Corazón Entre Corazones

Ahí estaba mi fría mano, agarrando un bolígrafo de negra tinta y sujetando con supremo cuidado un papel blanquecino y vacío, como mi corazón en sí.

¿Cómo se puede sobrevivir sin sentimiento alguno en un mundo de sentimientos? Yo también me lo pregunto... Sería de las pocas personas a las que le habían arrebatado el corazón y se habían llevado consigo todo lo que éste acaparaba incluyendo mi propia alma y mi capacidad de sentir algo. Sí. Era un sin-corazón en el reino de los corazones. Un ánima atormentada en todo un paraíso de emociones que no podían ser sentidas por mí y que hacían aflorar dentro de mi cabeza los pocos resquicios imaginables de un recuerdo cada vez más menguante, como la luna de aquella noche.

Y bajo la luz del satélite soltar terráqueo en su punto más álgido, sin estrellas que la custodiasen y sola, como una amapola entre campos de trigo, sentí la necesidad de plasmar en aquel papel lo poco que ya sentía; quería dejar morir mis recuerdos en el papel a la par que moría mi alma inexistente dentro del hueco que había dejado mi corazón robado. Corazón perdido. Corazón partido.

Incliné la cabeza sobre el papel y lo observé mientras meditaba el inicio de mi última carta. De un testamento de sentimientos sin sentimientos, de palabras vacías e inconexas sólo entendibles por aquella persona que me robó mi vida, y por mí, la persona que estaba sufriendo ese cruel tormento.

El árbol que atrás mía estaba y hacía las veces de respaldo, susurró un leve siseo promovido por el paseo de la brisa entre sus ramas. Lo miré extrañado y tras fijarme en el reflejo de la luna en el ancho lago, comencé mi último calvario a lo que sería mi último aliento. Aliento que pondría de sobre manifiesto en aquel maldito papel si las fuerzas me permitían llegar hasta el final, pero ante todo ¿Cómo comenzar algo que es incomenzable? ¿A quién quería engañar? A nadie... Entonces, ¿Por qué escribir? Se apesadumbró mi mente ante esta duda, y volví a meditar en silencio mientras los prados plateados se reían de mi torturante soledad y la luna se mofaba de mi triste figura.

Elevé la vista al cielo para encontrar cobijo en el negro de la noche y mi mano se deslizó sola sobre el papel.

No era una historia. No era un testamento. Era una carta sin mayor destinatario que el que la encontrase y la leyese aunque dejé un nombre puesto en el inicio de esta especie de epístola de despedida.

El rasgar de mi bolígrafo con el papel llenaba mi mente como si se tratase de una armoniosa melodía mientras que cada frase que escribía era como si me clavaran puñales en el hueco donde anteriormente había tenido un corazón y este había latido a verdadero golpe de sentimiento antes de que ella se lo llevara. Se había acelerado con la presencia de aquella mujer, se había ralentizado al contacto con aquella mujer. Ella me lo había pedido. Yo se lo había entregado. Ahora, ella me lo había robado y muy probablemente, lo habría roto. Maldita sea mi suerte desde el día en que te vi y me enamoré de las verdes puertas de tu alma. De día en que tu pelo despedía olor a rosal y sus manos se mostraban delicadas como los pétalos de una flor y ahora me resultaban dañinas como las espinas de un rosal marchito. Maldita sea mi suerte por haberte querido, y más maldita sea por haberte amado y deseado como nadie más te deseó en este descolorido mundo de maldad.

Y fue en ese momento cuando ya echaba la firma y ésta adornaba mi papel, cuando mi mano soltó sigilosamente el bolígrafo y se deslizó lentamente hasta tocar con la punta de mis dedos la hierba mojada mientras que mi cabeza se echaba hacia atrás para ver el infinito de una eterna noche una vez más.

Mirando el lejano horizonte noté como todo había acabado, pero aún tuve fuerzas suficientes para recordarla una vez más y derramar una lágrima por ella aunque de poco me valiera ya.

Y ahí se quedó mi cuerpo, junto con mi mente, y un hueco al que aún osaba nombrarlo "corazón" y no era más que un agujero negro como la noche.

Y mientras cerraba los ojos, y la lágrima caía por mi mejilla, pronuncié su nombre una vez más...

¿Que cuál es su nombre?

Su nombre es...

1 comentario:

  1. Beticon! este relato va para alguien no? cual es su nombre? me sigue encantado el de amor eterno aunque este no esta mal ^^ sigue escribiendo que me encanta llegar a casa a las 4 de la madrugada y leer cosas de tu blog ^^


    un beso guapo :)

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