lunes, 7 de febrero de 2011

El Impulso de la Tormenta Parte IX

Caminaba Anna indecisa por el vestíbulo del castillo a pocos metros de la entrada principal. Su semblante se presentaba nervioso a pesar de que se había arreglado en demasía para recibir a los ilustres invitados que no tardarían en llegar a la casa de los barones Wescher.

Afuera, arreciaba un temporal enrarecido por las lluvias y la abundante humedad del ambiente. Las gotas que caían del cielo, golpeaban las piedras negras del castillo y la gran puerta del mismo produciendo un eco ensordecedor en el vestíbulo que poseía amplios ventanales con vidriera incluida representando, esta vez, paisajes más idílicos y armoniosos, pero, como era habitual en aquel castillo, seguía los preceptos mitológicos de la Biblia, y, a la derecha, fielmente representado, quedaba un Cristo con las manos abiertas que no cesaba de mirar al frente, y a la izquierda, una representación de la Virgen María ascendiendo a los cielos.

En frente de la puerta, había una gran escalera de granito recargada a lo gótico con dos gárgolas; una a cada lado de la escalera que tenían la forma de dos dragones con la boca abierta y con una fiel apariencia demoniaca que solía causar pudor y respeto a los que osaban adentrarse en la morada de los barones de Röcken.

Se produjeron tres sonoros golpes en la puerta que interrumpieron el sonido de la lluvia al estrellarse en las paredes. Anna, dudó en sobremanera si abrir o no la puerta y se quedó unos segundos meditando y observando indecisa la puerta; ni cabe decir, que, Anna, a pesar de no ser una mujer miedosa, sí que lo era discreta y segura. Su cabeza comenzó a barajar posibilidades...-Podría ser la visita, pero el camino está embarrado... O igual, mi padre y el gran barón que vienen ya e su caza-. Una nueva ráfaga de golpes, llamó su atención y se dirigió con paso firme pero indeciso hacia la puerta. Acarició el tirador de bronce que aparentaba ser el cuerpo de un cisne que era bañada por la tenue luz de unas antorchas que yacían debajo de los ventanales, al lado de las puertas, bajo las gárgolas al principio de la transitada escalera, y otras dos al final, junto a la pequeña puerta. La criada estiró su brazo y la puerta empezó a abrirse. De las sombras, salieron dos figuras empapadas y encapuchadas con sus capas que entraron como el rayo en la sala, una de ellas, era una mujer de pelo negro y ojos verdes como el campo en primavera, y el hombre que estaba al lado suya, representaba las mismas facciones que su acompañante, si acaso, más endurecidas, mas, ambos poseían rasgos felinos que embellecían su rostro: eran Ángela Christel Van Thiele y su hermano, Hans Van Thiele.

-¡Santo Dios! ¿Dónde estabas Anna?-Dijo Ángela con aires de superioridad-¿Es qué querías que nos muriéramos haya fuera?
-Fue un desliz, señora, estaba alejada del vestíbulo y no os oí llegar.-Mintió Anna para evitar represalias por parte de su amo.
-Presta más atención, Anna, estamos empapados y todo por tu culpa, pero olvidemos este pequeño incidente.-Pronunció Hans de forma firme, tajante y potente- Dime, ¿dónde está mi amigo Alexander?
-Salió a cazar con mi...-Anna, meditó su respuesta y continuó con una ligera variación-con su criado, Otto.
-¡Vaya! ¿Tardará en llegar? ¡Estoy empapada! ¡Quiero un poco de calor! ¡Sentarme al fuego!-exclamó Ángela.
-No, no tardarán, es de noche ya y hace un temporal malísimo, seguramente, ya estará de vuelta.
-Más te vale, porque sino...-Comenzó Hans que se vio interrumpido por un golpe en la puerta ahciendo que éste girase en redondo para recibir a un nuevo e inesperado invitado; Otto, que jadeaba incesamente y cuyo rostro, mojado por la lluvia, presentaba facciones preocupantes y nerviosas.

-¿Qué?-preguntó Hans-¿Qué demonios? ¿Dónde está Alexander? ¡Dime! ¿Dónde está mi amigo?
-¡Alexander está en el bosque! ¡Se ha perdido! ¡Se ha perdido!-Gritó Otto llevándose las manos a la cara y comenzando a llorar.

Anna, se precipitó sobre su padre y abrazó a aquél con amor y ternura propias de una hija. Hans y Ángela, por su parte, se miraban consternados y confusos. ¿Sería aquélla la última noche que verían a Alexander?

No hay comentarios:

Publicar un comentario