viernes, 11 de febrero de 2011

El Impulso de la Tormenta Parte X

Todo se había parado ante esa voz angelical. La lluvia cesó. Los árboles, muertos antes, con aspectos lóbregos y tétricos de antaño, ahora lucían verdes y hermosos como si estuvieran en plena primavera, las marchitas flores, mostraban una alfombra multicolor de diversas tonalidades donde abundaba el rubí de las amapolas que destacaban sobre el esmeralda de la hierba donde yacían como si fueran heridas de la tierra.

Y ella estaba ahí, con su semblante serio pero angelical, con sus manos blancas de porcelana y su alta y delgada figura dándole a todo un hermoso brillo que las cosas no tenían antes, y a eso, hay que sumarle que todo cuanto se observaba a su alrededor, estaba seco... ¡seco! a pesar de la gran tormenta que había caído.

El dorado de sus cabellos proporcionaba una luz más celestial que la del propio sol, que la luna llena, que las huestes celestiales bajando de los cielos. Era una luz que insuflaba fuerza y tranquilidad, que proporcionaba descanso y seguridad a todo aquél que se veía embriagado por la fragancia y el aroma de la mujer de la que emanaba dicha maravilla lumínica.

-¿Quién eres?.-Preguntó Alexander.
-¿Quién lo pregunta?.-Contestó ella.
-Alguien que os ama.-Respondió Alexander convencido.
-¿Amáis lo incorpóreo y lo intangible? ¿Tenéis predilección por lo imposible? Dadme vuestro nombre, caballero, y os prometo, os daré el mío.-Alegó la joven con una hermosa sonrisa en la cara.

Salían de su boca, las palabras más bellas que jamás hubiera escuchado el barón. Cada sílaba representaba una nota musical, y cada palabra, era una melodía de ensueño... Y mirándola a los ojos, a esos bellos pozos azules sin fondo alguno, Alexander dio respuesta a la pregunta de la joven.

-Yo, me llame Alexander Van Wescher y soy el barón de estas tierras que pisáis. ¿Y vos? ¿Quién sois?
-Me llaman Sturm en la tierra de los anglos, Isla de los Poderosos y antigua Britania, en España, me denominan Tormenta, y aquí, donde vos vivís y de donde os proclamáis barón, me llaman Sturm.
-¿Tormenta? ¡Extraño nombre para una mujer! ¿De dónde sois?
-De un reino que supera todas las posesiones que puedas acaparar, Alexander.
-¿A qué os referís? ¡Me tenéis confundido!
-No soy de este mundo.
-¿Sois diablo? ¿ángel tal vez? -Preguntó Alexander con mucho interés.
-Ni lo uno, ni lo otro.-Contestó ella riendo-Soy un espíritu, noble Alexander, y mi reino no es de este mundo. Yo, vivo allá donde me lleva la tormenta, donde las nubes se levantan y las gotas de agua caen. ¡Ése! ¡Ése es mi hogar! Ninguna parte.-Añadió sonriendo.
-¡Extraño lugar ése del que habláis! Mas, siendo un espíritu, me resulta raro que tengáis un nombre, y más, uno tan feo como Tormenta siendo la damisela más hermosa que mis ojos hayan podido ver.
-¿Quién os dijo que tenía nombre? Os he dicho como me llaman, mas, yo no tengo nombre.-Dijo la Dama divertida.
-¿Me permitís entonces que os ponga uno?.-Dijo interesado Alexander.
-¿Cómo te gustaría llamarme?
-Ángela...-Contestó Alexander saboreando el nombre.
-¿Por qué Ángela, Alexander?.-Quiso saber ella.
-Por que vuestra faz se asemeja a la de los ángeles del Señor, y es por ello, por lo que os deberíais de llamar Ángela, si no os importa.
-No me importa, me gusta el nombre y tus halagos... pero dime ¿Qué es un nombre sino una palabra que se lleva el viento? No importan los nombres, Alexander... sólo los sentimientos y el corazón.
-Entonces, dejadme que os llame Ángela, por que es lo que mi corazón ansía y lo que mis sentimientos me llevan a deciros...

Y en esto estaba Alexander cuando una duda apesadumbró su corazón y nublo su mente todo recuerdo de la Dama... ¿Sería un sueño eso que vivía? No lo sabía... pero lo que sí sabía, es que pasaría por el mismo calvario noche sí y noche también con tal de vivir este hermoso sueño que parecía más real que imaginario, aunque, para él, aquéllo parecía más un sueño que una vivencia... Era todo tan perfecto... Tan perfecto...

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